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miércoles, 9 de julio de 2014

La unidad de cuidados intensivos de neonatos

Mis trillizas fueron llevadas a la unidad de cuidados intensivos de neonatos porque su condición de prematuras así lo determinó. Allí, un equipo especializado se haría cargo de velar por ellas y suplir todas sus necesidades mientras fuera requerido.


La gran fortuna de su nacimiento no trajo ninguna complicación para mis niñas y solamente deberían permanecer allá hasta que ganaran el peso mínimo que les permitiera partir a casa con nosotros. En una habitación estaban Sarah y Mariana; y en la otra, Victoria, quien nació más flaquita que las otras dos. Al principio todas estaban en encubadora con el fin de monitorear sus signos vitales y mantener el calor corporal para que pudieran ganar peso rápidamente, eso acompañado con una dieta de leche enriquecida a 24 Kcal que en principio se la daban las enfermeras en teteritos desechables.

Ellas eran una sensación en esa unidad que cuenta con más de 350 personas dedicadas a recién nacidos que luchan por vivir. Las visitas sumamente restringidas estaban limitadas a una lista invariable de cuatro adultos, los hermanitos y los papás. Para los niños exigen además el carné de vacunas actualizado y que no hayan tenido ni siquiera una gripa en las últimas 48 horas, y todos sin excepción debíamos lavarnos los brazos hasta los codos y portar unas batolas, quitarnos todo tipo de joyas, relojes y en el caso de las mujeres (y no falta uno que otro hombre) está prohibido el uso de uñas postizas y esmaltes de uñas, porque esos elementos son superficies ideales para la cría de colonias de hongos. Quien tosa, debe usar tapabocas, pero bien puesto [para eterna memoria este tipo].

Los bolsos debían entrar en una bolsa plástica y se recomendaba no llevar perfunes ni olores fuertes.

Perdí la cuenta de las veces que tuve que entrar y salir de esa unidad y de las veces que me lavé con esa mezcla de jabón y antibacterial que terminó por producirme una comezón insoportable, al poco tiempo adquirí la habilidad necesaria para mezclar el agua fría con la caliente usando las llaves-pedal que accionaban la canilla con los pies y de frotar menos para pelarme menos. Allá, el hospital se encargaba de proveer los pañales, la leche y las cremas para los bebés, hasta hubo ropita donada por voluntarios anónimos.

Francis. El enorme enfermero tatuado
Una enfermera (o enfermero) se hacía cargo de Victoria y quien fuera su vecino de habitación, y otra persona de las otras dos niñas. Constantemente estaban vigilando los signos vitales y atentos a esas alarmas por los períodos de apnea de los prematuros, que son normales, pero que se deben monitorear. Religiosamente cada tres horas eran alimentadas (y sigue siendo así) y se les cambiaba el pañal, aunque en el hospital es mucho el desperdicio porque los pañales los cambian antes y después de cada teterito, aún si el pañal estaba limpio lo botaban. Los chupitos de los teteritos desechables también los botaban -siendo reutilisables- porque no tienen manera de estar lavando y secando tanto chupito. Y eso lo comprendo a la perfección: espere que hablemos de "La teterada".

Como papá la presencia es muy importante. Como mis hijas estaban en perfectas condiciones era posible sacarlas de las encubadoras para darles su alimento y hacer "peau à peau", que es el contacto de las pieles de padre e hija… una cosa maravillosa que se hace durante una hora al menos una vez al día y que sirve para darle calor al bebé y crear ese lazo único que da la paternidad -y por supuesto que la maternidad-.

Sarah estuvo en encubadora solamente un día, Mariana una semana y Victoria 10 días. Las últimas tuvieron que ser entubadas para ayudarles con alimentación endogástrica. Eso pasa cuando el bebé no tiene la madurez suficiente y no ha desarrollado el reflejo de succión. Aunque mis hijas sabían hacerlo, se cansaban muy pronto y por eso reforzaron la alimentación por ese tubito que entraba por la nariz hacia el estómago. Era triste verlas con eso en sus caritas minúsculas, pero gracias a eso no demoraron mucho en la unidad de cuidados intensivos de neonatos. En los últimos días ellas ya estaban juntas en una cunita, con sus letreritos de bebé 1, bebé 2 y bebé 3, y el personal médico y de servicio se arrimaba para apreciar el milagro de la vida de estas niñas, impresionados con la vitalidad y buena salud de ellas nos felicitaban varias veces en la misma frase.

A los 14 días de haber nacido con 35 semanas de gestación, las trillizas ya estaban acostaditas en su cuna comunitaria, justo al pie de nuestra cama.

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