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Foto autoría de Alfredo Colón |
Llegamos a la casa de Nice, una amiga de mi abuelita, para hacer una visita que ha dejado huella en nuestros recuerdos. Como siempre y como a todo niño, nos obligaron a saludar de besito en la mejilla y nos sentaron en la mesa, donde los cubiertos de plata y la porcelana nos esperaban. Sirvieron y muy amargamente almorzamos.
Ese almuerzo también estuvo plagado de pimentón, apio, coliflor y toda clase de vegetales pedorreros que no hacían parte de nuestro menú infantil. El cilantro rampante había causado además un sopor insoportable que era vencido únicamente por el calor de la tarde. Nos alegraron un poco el banquete con un par de tarros de yogur Chambourcy, lo mejorcito de la época.
Mi mamá se dedicó a la visita, si mal no recuerdo a compartir conocimientos sobre el bordado con tamboras-que ella acababa de comprar-… o pintura en tela, pero con tamboras; mientras que mi hermano y yo nos aburríamos como autenticando una firma en notaría.
Nice se apiadó y nos llevó a conocer la lora que estaba -como todas- en una estaca en la parte de atrás de la casa. Allá había también un juguete, un perrito que con una bomba de aire y una manguerita hacía cabriolas. Nos entretuvimos con ambos: lora y perro, y llegó algún pariente de Nice a "darnos vuelta" y el individuo empezó a joder a la lora, según él, para divertirnos. "Lorito quierrrre cacao", "Rrrrrroberrrrrto", y todas esas cosas que les dicen a los loros para que repitan, pero ella se quedaba seria y se movía en su estaca.
El tipo estaba cansón con la lora y nosotros ni siquiera sonreíamos, de pronto el animalito dejó descolgar un poco su cuerpo hacia atrás y con puntería certera descargó un potente chorro de rila* que bañó el pecho bien vestido del fallido adiestrador, para verlo luego huir con un asco monumental del patio inolvidable . Nos carcajeamos y esa cagada de la lora mereció la sopa de espinacas y la ensalada de Nice.
Cuando empezamos a antender a nuestras trillizas en la casa, estaba atento en las cambiadas de pañal porque en el hospital sucedió varias veces que al limpiar la piel sucia, ellas disparaban a chorro tal como hizo la lora. Menos mal tenía puesta la bata (antes mencionada) y mi ropa se salvó en varias ocasiones.
Una noche de cansancio, me dediqué a lo de siempre con las niñas y estaba limpiando a una de ellas, cuando vi venir con una mueca en su carita el chorro inevitable, que con la misma puntería de la otra historia, dejó una tierna mácula en la silueta de Gene Simmons de mi camiseta.
Y eso pasa, porque hasta cierta edad, los bebés al ser limpiados "sufren" fácilmente estímulo en los esfínteres y explotan como una sensible trampa ratonera.
Ya sabe, cuando nazcan sus bebés piense en la lora de Nice y póngase un delantal o asuma las consecuencias. Vi en Toys R Us un artículo que está concebido como escudo para esos momentos inesperados, pero considero que es otro artefacto más a "gerenciar" cuando uno ya está bien ocupado con un pañal cagado, uno limpio, paños húmedos, crema, una bebé que llora y con seguridad otras dos esperando turno. Si quiere conocerlo, aquí les presento el Teepee for the wee wee (léase tipi for de wiwi), una cosa que desborda de ternura cuando los bebés desbordan en soltura.
*En Antioquia le decimos "rila" a los excrementos de aves
Bonito y divertidísimo :)
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