Estaba programada para el 29 de abril y nos preparamos como dice en los libros, folletos y páginas de Internet con un equipaje "básico" para la mamá y uno mínimo para las niñas; porque sabiendo que del útero pasaban a la encubadora no era mucho lo que iban a necesitar, lo poco iba a ser suministrado por el hospital, el sistema de seguridad social y voluntarios desconocidos.
Muy temprano en la mañana -ella en ayunas- llegamos a registrarnos para el nacimiento y desde ese momento ya nos estábamos convirtiendo en celebridades. "Ah, las trillizas", decían cuando nosotros nos anunciábamos. La preparación para un parto de ese tamaño requiere de más personal, insumos y espacio.
Se hizo el papeleo muy rápido y a mi esposa la empezaron a preparar con unas droguitas y suero mientras que nos tocaba el turno. Ella era la tercera porque habia otras con mayor prioridad y urgencia. A las 11 de la mañana la entraron al quirófano. A su mamá, mi hijo y otra señora que nos acompañaba los despacharon para la habitación y a mí me hicieron vestir de médico y esperar.
Mientras yo estaba vestido hasta con gorrito para el pelo, a ella la estaban alistado con la anestesia epidural y un equipo enorme se preparaba para traer a mis hijas al mundo y mantener a la madre a salvo.
A las 11:42 llegaron por mi y me condujeron por varios corredores hasta la sala de operaciones en la que al entrar, tuve la sensación de ir a una notaría a autenticar un documento a las dos de la tarde: ¡qué gentío! Y en el centro de la habitación estaba ella esperándme sonriente. Me senté en un banquito al lado suyo y puse mi mano en su cabeza. Empecé a contar gente: tres en la mesa de cirugía, tres por cada estación de bebé y tres al rededor nuestro (una enfermera y dos anestesiólogos), además mi esposa y yo.
Todo el tiempo me preguntaban que sí estaba bien, tal vez esperando un desmayo mío o que arrancara en un ataque de nervios, pero yo estaba más fresco que un orangután en su ramada.
Pasó muy poco tiempo para que me dijera la enfermera: "papa, il faut que vous soyez prêt avec votre appareil photo". Saqué la camarita y me levanté de mi redondo asiento para disparar la primera imagen de mi primera hija a las 11:58, la segunda a las 11:59 y la tercera a las 12:01.
No vi tripas ni cortadas, vi las bebés bañadas en una mezcla de líquidos llorando mientras tomaban sus primeras bocanadas de aire y las recibían en las "estaciones" de bebés atendidas cada una por tres personas. Ahí las pesaron, las limpiaron, les pusieron una pinza en el cordón umbilical y las envolvieron "en tabaquito" mientras las estabilizaban. Luego nos las entregaron por unos instantes para que las conociéramos y nos tomaran otra foto.
Cuando nació mi hijo, en Colombia, no tuve la oportunidad de estar acompañando a mi esposa en el nacimiento ni el privilegio de verlo en sus primeros segundos en este mundo.
Esta vez no solamente pude estar en la sala de parto, sino que pude darle a mi esposa un apoyo único para un nacimiento triple y yo pude experimentar por primera vez la enorme felicidad que trae ser "el triple papito"... Ni las lágrimas de alegria pueden expresar esa catarata de emociones que sentí al tenerlas por primera vez en mis brazos y ver la pequeñez de sus caritas.
Nacieron con los ojos abiertos, con el color de piel adecuado, sin problemas respiratorios y pesando 1.900 g, 1.630 g y 1.790 g.